-¿Es consciente la sociedad del triste destino de los animales callejeros?
La sociedad, si hablamos de conocimiento, sabe en su mayoría cuáles son las circunstancias en las que viven los animales callejeros. Sean gatos o perros, todos los hemos visto desnutridos, sedientos, con señales de heridas, temerosos y también aplastados sobre el asfalto. ¿Produce esto mayor desasosiego en la mayoría de la gente que contemplar un colchón roto junto a un contenedor de basura?, lo dudo. Por una parte, la rutina encallece las conciencias y por otra, no hemos alcanzado la inteligencia y sensibilidad suficientes como para comprender que esas criaturas, son seres cuyas emociones y padecimientos físicos, resultan muy similares a los nuestros. Esto en lo que se refiere a lo que vemos, porque una vez que la Administración “limpia” el problema de las calles la indiferencia es todavía mayor, puesto que escudamos nuestro egoísmo en un falso desconocimiento al no ver ante nosotros lo que ocurre, así, creo que la mayor parte de la gente todavía ignora las diferencias entre una protectora y una perrera, del mismo modo que no tiene idea acerca de los protocolos de actuación establecidos para los animales confinados en estos últimos centros, y por supuesto, jamás han visto, ni me parece que quieran hacerlo, lo mucho que tarda en morir un animal al que como denominan eufemísticamente, han “dormido”, cuando el único verbo que se le puede aplicar es “asesinado”. Muy pocos están bien informados sobre tales procedimientos y menos todavía han sido testigos de ellos, pero lo cierto que la mayoría saben que esos animales van a morir, por lo tanto la actitud de la sociedad es una mezcla de desinterés y de ignorancia hipócrita.
¿Es lugar para un perro o un gato las calles de la ciudad?
Los perros y los gatos no escogen su espacio, es el hombre quien se los impone y los que vemos deambulando por las calles, son el resultado de abandonos, a su vez producto de la permisividad con la cría y comercio de animales, de la falta de campañas de esterilización o de educación de los ciudadanos ante la tenencia de animales de compañía, de la existencia de la caza, de la carencia de control sobre la obligatoriedad del microchip, etc. No hay entornos libres de carreteras, y ya sin entrar en el tema de los terribles actos de brutalidad que algunos miserables cometen con los animales callejeros, su destino antes o después, si no terminan en la fosa de alguna perrera, es acabar destripados en un arcén. No, las calles no son lugar para ellos, como tampoco lo son el escaparate de una tienda de animales ni los albergues con o sin sacrificio. Son seres vivos y mientras no dejen de ser considerados por la sociedad y los políticos como productos mercantiles y sujetos sin derechos, su tragedia continuará.
¿Conoces algún sitio donde los presupuestos de un ayuntamiento se ajusten a la realidad en lo que a esto se refiere y no se dependa de voluntarios a los que habría que poner una estatua?
Pues no conozco ningún lugar donde la gestión municipal sea la que lleve a cabo esa política de forma plenamente satisfactoria. En algunos ayuntamientos se han realizado avances sobre todo en lo que al sacrificio de animales abandonados se refiere, pero hasta que no exista uno donde las tiendas de mascotas estén prohibidas, su cría se limite a una camada sin que se permita la venta o muerte de los cachorros, las protectoras estén subvencionadas con dinero público y disfruten de todos los medios materiales y humanos necesarios, donde las perreras no existan, y se dé esa labor de toma de conciencia y control municipal que antes mencionaba acerca de la adopción y el abandono, habrá que seguir por desgracia pensando en levantar monumentos a los voluntarios, que sin recursos y sólo con una vocación y valentía infinitas, consiguen poner parches en las heridas abiertas por la negligencia y el egoísmo de los políticos.
¿Crees que el problema es el propio concepto de mascota o el comercio de animales?
No me gusta el concepto de “mascota”, que viene de la creencia de que un animal podía actuar como una especie de talismán y traer buena suerte a su poseedor. Creo que hablando de perros o de gatos, cada uno con sus particularidades, la compañía del ser humano es beneficiosa para todos, siempre y cuando exista respeto hacia las necesidades naturales de estas criaturas, pero hemos llegado por una parte, a la aberración de coartarles en muchos casos cualquier manifestación propia de su especie para adaptar su vida a la nuestra, y por otra, esta moda de tener animales cuanto más exóticos mejor, está llevando a cometer el crimen de mantener encerradas en viviendas desde iguanas hasta serpientes, pasando por arañas e incluso tigres. Detrás de todo esto, por supuesto que está un comercio de animales que es una de las industrias más boyantes del Planeta y cuya existencia permite que tengan lugar estas atrocidades. Así que el problema creo que viene dado por intereses comerciales por un lado, por la negligencia de la Administración por otro, y en tercer lugar por un hecho siempre presente, miremos hacia quien miremos: el inmenso egoísmo del hombre. Si éste desapareciese, los ciudadanos tendrían sólo animales cuya vida entre humanos es posible y los atenderían de modo satisfactorio, mientras que las leyes no actuarían con tanta laxitud frente a este mercado de seres vivos y los empresarios, dejarían de anteponer la obtención de beneficios a cualquier consideración acerca del bienestar de estas criaturas. Todo un imposible de momento, lo sé.
¿Puede ser un problema la politización de la tauromaquia para su erradicación?
Los que están trabajando por abolir la tauromaquia no lo hacen por cuestiones políticas, así que la politización de este asunto es una estrategia de la que echan mano los taurinos para desvirtuar el debate. Ya pasó en su momento con movimientos como el antiesclavista o el sufragista, que tuvieron que soportar ataques de índole muy diferente a la del estricto respeto a los derechos humanos o a la igualdad, se trasladó al terreno de las confrontaciones políticas, y también se trató de intoxicar a la sociedad vaticinando terribles peligros si se llevaban a cabo esas reformas. Algo muy parecido a lo que ocurre ahora cuando dicen que todo viene por inquietudes independentistas, o nos auguran pérdida de empleos, desapariciones de especies y degradación de entornos naturales. Otra cuestión es que los partidos, normalmente rentabilicen cualquier acción para que les proporcione réditos políticos, pero lo cierto es que para que se produzcan cambios en la legislación tenemos que pasar por los trámites establecidos y eso supone la participación de los grupos políticos, nos gusten o no, y nuestro deber es ejercer la presión suficiente como para que no continúen ignorando este asunto. Esa es la única politización que cabe en la erradicación de la tauromaquia, su refrendo en las cámaras de gobierno, pero no debemos de caer en la trampa tan mezquina y burda de entrar en el juego de los taurinos, que buscan como enfangar lo que es simplemente una materia ligada con el obligado respeto al resto de los seres, para crear enfrentamientos entremezclando temas que nada tienen que ver con todo esto, pero que saben que avivan suspicacias y pueden provocar rechazo en los ciudadanos.
¿Habría tenido la misma repercusión y respuesta si la ILP se hubiera propuesto por ejemplo en Asturias?
Cuanto mayor peso económico y social tenga una Comunidad, mayor es también la repercusión que conlleva una ILP, al igual que depende en gran medida de la cantidad de festejos taurinos que se celebren en ella. Así, Barcelona o Madrid son lugares emblemáticos por su importancia, o Andalucía por la cantidad de festejos. Zonas como Galicia o Asturias, en las que la afición es mucho menor, no levantarían tantas ampollas entre los taurinos aunque por supuesto, tratarían por todos los medios de evitarlo también. Tenemos el ejemplo de las Islas Canarias, donde la tauromaquia lleva más de una década prohibida y sin embargo, no se convirtió en un asunto de primer orden como está ocurriendo con Cataluña. Y en cuanto a la respuesta de los que quieren que se sigan celebrando las corridas, no pudiendo echar mano de cuestiones nacionalistas ya que hubiera resultado por completo absurdo si hablamos por ejemplo de Asturias, habrían tirado por otros caminos para denostar el movimiento abolicionista, como involucrar a los ganaderos o haciendo más hincapié en que esto, sería el detonante para después prohibir la caza, las granjas o el comer jamón serrano.
-¿Es esta la batalla más importante para la defensa animal?
La ILP es una cuestión histórica sea cual sea el resultado, porque ha demostrado que es posible trasladar el deseo de los ciudadanos al ámbito político, abrir un debate al respecto y someter el asunto a votación. Y tiene que ser un ejemplo y un aliciente para no detenernos y trabajar en ese sentido en todo el País. Viendo las reacciones del mundo taurino, nos damos cuenta de que iniciativas como esta les ponen muy nerviosos, porque representan para ellos un riesgo real de prohibición de la tauromaquia. Se pueden reír de las consignas de una concentración, de las pancartas, de los actos simbólicos con personas desnudas y banderillas clavadas, pueden hacerlo del apoyo de la cantante Alaska, pero la sonrisa se les hiela en el rostro cuando saben que todo depende de una votación de la que puede nacer una Ley. En ese instante, es cuando sacan a relucir todas sus armas, algunas inconfesables por lo ruines, y toman conciencia de que el movimiento animalista no es, como pretenden hacer creer, una pandilla de chalados sin nada mejor que hacer.
-A nivel nacional o europeo es arduo y lento cambiar legislaciones, pero una ordenanza municipal no es tan complicado de conseguir que se apruebe ¿Cómo podemos luchar cada uno en nuestro municipio para mejorar las vergonzosas leyes de protección animal?
A pocas cosas temen más los políticos que a la mala prensa. Lo primero es denunciar en los medios cualquier situación de indefensión, desamparo, sufrimiento o abandono a la que estén expuestos los animales, aunque en principio no constituya una infracción legal, pero sí es una afrenta moral y su difusión, contribuye por una parte a que los ciudadanos sean conscientes de un problema en el que tal vez ni habían reparado, así como a que los políticos dejen de considerar el silencio social como un cómplice de sus vergonzosas actuaciones. Por otra parte, ante el menor indicio de transgresiones legales por parte de la Administración, hay que presentar la demanda pertinente en la instancia adecuada. Entiendo que esto conlleva el riesgo de tener que asumir gastos, por eso conviene que siempre sea interpuesta por colectivos o asociaciones y para estos casos, lo deseable es que cuenten con un fondo económico que permita afrontar los gastos. Creo que por zonas, deberían de crear los diferentes grupos animalistas, sean protectoras, colectivos ecologistas o asociaciones contra el maltrato, un depósito de dinero común con aportaciones de todos en función de sus posibilidades, para después gestionar de forma unánime estas denuncias contra la administración. Y hay que salir a la calle a expresar nuestra repulsa por cuanto ocurre, de nuestra apatía nace a menudo su sensación de impunidad. Inundar los periódicos con cartas, las emisoras de radio con llamadas, los colegios con charlas organizadas por las AMPAS, los correos municipales de atención al ciudadano con quejas, convocar marchas y concentraciones. Tengamos en cuenta que es una labor lenta y que van a intentar desanimarnos, por las buenas o por las malas, pero hay que seguir adelante y aunque sólo sea por razones electoralistas, al final no les quedará más remedio que escuchar nuestras demandas. Si se logra poner de acuerdo para actuar de forma conjunta a todos los grupos ecologistas y animalistas del entorno, la difusión y la asistencia a las protestas serán notables, así como numerosa la colaboración de muchas personas en esa denuncia continua en los medios de comunicación.
-¿Cuál es tu opinión sobre el vegetarianismo? ¿Es una herramienta contra el sistema de producción de alimentos de hoy día? ¿Es un eslabón más de la cadena si quieres decir no al maltrato? ¿Es una apuesta por otro tipo de alimentación más respetuosa?
Desde el punto de vista del respeto a los animales, el vegetarianismo implica acabar con la forma de maltrato y de muerte más extendida y posiblemente, la más cruel de todas. No es un eslabón más, yo creo que es el final del proceso porque seguramente, representa el logro más difícil de alcanzar. Supone enfrentarse a milenios de educación y de hábitos, hacerlo también a las industrias más poderosas del Planeta y a toda una red de negocios e intereses inmensa, que no estará dispuesta a renunciar a esta forma de obtener beneficios. Pero antes de llegar a eso, hemos de pasar por conseguir que la gente tome conciencia de lo que suponen para otras criaturas sus costumbres alimentarias, así como demostrarles que no conlleva riesgos para su salud una dieta sin productos de origen animal. Y voy más allá, porque aunque muchas veces escuchemos como justificación la famosa frase de “hay que comer de todo”, lo cierto es que más que contra la amenaza de supuestas carencias nutricionales que desemboquen en enfermedades, estamos enfrentándonos a cuestiones de placer sensorial. Aun dejando muy claro y avalando con datos científicos que, por ejemplo, las proteínas vegetales pueden sustituir a las animales, no se les va a convencer, y es que a lo que los consumidores no quieren renunciar realmente, es a sentir en su boca el sabor del chorizo o de las gambas a la plancha. Después, se puede disfrazar como se quiera.
Si hablamos de sostenibilidad de recursos y de acabar con las hambrunas y con la sed en el Planeta, seguir con la producción de carne es el mejor modo de que nada cambie. Pero esto tampoco es un asunto que preocupe demasiado en el primer mundo, en el que las muertes de seres humanos por desnutrición y deshidratación se antojan tan lejanas y ajenas, que ni siquiera forman parte de la lista de preocupaciones del ciudadano instalado en el espejismo de un bienestar económico.
El vegetarianismo es una opción posible, saludable y la más respetuosa para todas las especies, incluida la nuestra, pero es una meta muy lejana. Por eso, y que nadie me acuse de bienestarista, que no lo soy, creo que la estrategia más pragmática es conseguir que se promulguen en primer lugar leyes que obliguen a mejorar las condiciones de vida de los animales destinados al consumo. Estos cambios pueden llevar a que muchos industriales de la alimentación acaben por cambiar de negocio, y es que cuando no pueden disponer de explotaciones masivas en las que lo único que cuenta en obtener mucho producto en el menor tiempo posible y minimizando los gatos, entonces ya no encuentran tan atractivo su negocio. Esto es ya una realidad en países como Austria, donde por ejemplo han cerrado no pocas empresas de gallinas ponedoras, porque no les resultaba viable económicamente cumplir las condiciones de espacio y salubridad que les exige la Administración.
Y una cuestión que considero muy importante: el oscurantismo sobre lo que ocurre dentro de granjas y mataderos es un aliado fundamental de la tragedia a la que están sometidos estos animales. Hay que destapar lo que pasa detrás de esos muros, informar a la sociedad sobre el terrible estado en el que permanecen día tras día y divulgar lo espantoso, cruel y prolongado de su agonía durante el sacrificio. Hay que intentar remover las conciencias, aunque estemos embrutecidos, no podemos dejar de luchar por ello.
-Esa imagen de hippies para los que abogan por la defensa animal es un cliché fácil de asociar cuando se trata de una minoría ¿Por qué otros movimientos y asociaciones, como por ejemplo las ecologistas, normalmente no se posicionan fuertemente en estos temas? ¿Es cuestión de distribución de causas? ¿No seríamos más fuertes todos a una? A fin de cuentas está claro que están realmente relacionadas, según la FAO, la ganadería es uno de los peores cánceres del planeta.
La culpa de ser considerados una minoría es en gran parte nuestra, porque en el fondo tenemos un miedo infinito a enfrentarnos al Sistema, que es lo que hacemos en el fondo. Está claro que nuestros oponentes van a tratar de ridiculizarnos, de hacernos pasar por “chupapiedras”, como me llamaron un día, y de poner a la Sociedad en contra de nosotros. Pero, ¿nos hacemos valer?, digo más, ¿nos hacemos temer? Mientras sólo seamos dos docenas de individuos que se quedan en ropa interior frente a una plaza de toros, o nos concentremos cincuenta frente a un circo con animales, continuará esa estrategia de mostrarnos como cuatro majaretas escapados de Woodstock. Y no digo que todas esas acciones no sirvan para nada, al contrario, son necesarias y cumplen una labor muy importante en esta causa, pero no podemos quedarnos sólo en ellas porque el esfuerzo será entonces en vano. Repito lo de antes, cuando en vez de vernos únicamente en las calles sosteniendo un megáfono, se dan cuenta de que estamos en un Parlamento, como ha ocurrido en Cataluña, ya perdemos la condición de “iluminados” para pasar a ostentar la de “peligrosos” para sus intereses. Hay que trabajar en las calles pero también en las leyes, con abogados, con reuniones con políticos, con denuncias y ejerciendo una presión continuada y efectiva en todos los medios.
A los colectivos ecologistas y animalistas los une mucho más de lo que los separa y está claro, que han de ser capaces de aunar esfuerzos y formar un frente común, si quieren tener alguna posibilidad de éxito. Esa certeza está cada vez en la mente de más activistas y así, a día de hoy, ya tenemos los primeros proyectos en los que dentro de un programa político, van de la mano los puntos ecologistas y animalistas en formaciones que engloban ambos movimientos.
Por supuesto que seríamos más fuertes todos a una. Siempre digo que nuestro mayor enemigo no son los taurinos, ni los peleteros, ni los cazadores o los granjeros de cerdos, sino nosotros mismos. La atomización que existe en el mundo animalista hace un efecto de colador, en el que por mucho que echemos agua siempre sale un chorro débil y disperso de tantos agujeros como hay. Muchas asociaciones anteponen el afán de protagonismo a cualquier otra consideración, y si bien todas ellas están movidas por una sincera preocupación por el estado de los animales, la degeneración en los resultados es notable por culpa de esas ambiciones e intereses que empañan el trabajo. Pero la culpa, más allá de tenerla los responsables de esos grupos, que tal vez han perdido en cierto modo una visión del conjunto del problema centrados como están en la viabilidad de su propia formación, la tienen los activistas de base, que no son capaces de exigirles capacidad de organización y de unión entre todo el movimiento. No basta con vestirse con la camiseta que te den y agarrar la pancarta que te indiquen, hay que explicarles que estamos aquí para luchar por los animales, no para salir en una foto y que a los que van de azul se les vea más que a los que van de rojo. No, eso es un error con consecuencias fatales, por eso tenemos que hacerle ver a los que lideran los grupos, que más allá de avalar nombres propios, lo que pretendemos es la liberación de los animales y eso, sólo se puede conseguir si todos vamos de la mano, sin siglas ni distintivos. Esa es la imagen que hemos de dar a la Sociedad y a los políticos, aunque después, y ese es el modo más inteligente de trabajar, estén detrás diferentes asociaciones colaborando y organizándose entre si, cada una en la medida de sus posibilidades, para al final poner en la calle un único frente animalista y no multitud de grupúsculos. Afortunadamente hay grupos que han comprendido que esta es la filosofía de trabajo adecuada y están trabajando en ese sentido, dando un ejemplo de cómo sí hay que hacer las cosas si queremos dejar de dar palos de ciego.
-¿Cómo es posible que la caza y la pesca sean actividades con tantos seguidores? Según ellos, su excusa es que equilibran la biodiversidad. ¿Es cuestión de tradiciones familiares? ¿Macabra manera de liberar el estrés? ¿Cómo pueden decir estas personas que aman la naturaleza?
La caza y la pesca, que son actividades deportivas, no lo olvidemos, lejos de equilibrar lo que hacen es romper un ciclo natural que sabe regularse perfectamente sin la intervención humana. Esto lo vemos sobre todo en la primera, cuando provoca la rotura de la cadena alimenticia de determinadas especies al matar a sus presas, obligándoles muchas veces a la dispersión geográfica para buscar comida. A esto habremos de sumarle la contaminación con plomo, un modo muy peculiar de preservar la biodiversidad, sobre todo cuando miles de aves migratorias mueren como consecuencia de estos residuos letales. ¿Cómo pueden los cazadores, decir que su intervención es necesaria para controlar la sobrepoblación de individuos de cierta especie, cuando todos sabemos que ellos mismos se dedican a repoblar zonas para tener nuevas piezas que abatir? La caza no es más que un gigantesco “pim, pam, pum”, en el que en vez de botes de bebida o de monigotes se derriban seres vivos y de ahí, que al placer que les produce practicar un deporte, se sume el de saber que se están enfrentando a criaturas con capacidad para esconderse o moverse haciendo más “emocionante” el siniestro juego en el que el ganador, es siempre el mismo.
Más que por tradición, creo que existe una iniciación a esas actividades al niño por parte de un padre que se siente orgulloso de que su hijo siga sus pasos. A pesar del riesgo que corren en función de su edad, es corriente ver como críos que todavía usan ruedines en su bicicleta, acompañan al monte a una cuadrilla de cazadores y después, los padres les hacen muy orgullosos fotografías junto al cadáver ensangrentado de un jabalí o de un corzo. El chaval no tiene más puntos de referencia que su padre y piensa que eso es bueno, tampoco dispone todavía de la capacidad para reflexionar acerca de sus actos, así que el resultado es que se ve participando en un “asunto de mayores” en el que encima hay armas de por medio. Pocas cosas pueden excitar más a un chaval y resultarle más atrayentes.
La caza y la pesca son actividades relativamente baratas y accesibles, lo que hace que mucha gente las practique. Y el sufrimiento del animal no es un concepto que incluyan en sus disquisiciones éticas. Normalmente, la gente que disfruta disparándole a un conejo, no pone el menor reparo a un circo con animales o a la tauromaquia. Puede que no le guste ir a una corrida, pero casi nunca será por rechazar el sufrimiento del toro, simplemente no le gustan y eso es todo.
En lo de que “aman a la naturaleza”, bueno, yo he escuchado decir a los toreros que ellos aman al toro más que nadie. Lo cierto es que la hipocresía, es lo que menos me asusta y llama la atención de unas personas capaces de ver agonizar y morir por su culpa a animales que nada les han hecho. El cazador o el pescador que de verdad respeta la naturaleza, cuelga la escopeta o la caña y jamás la vuelve a utilizar, por mucho placer que le produjese usarla, cuando te das cuenta de que no son más que instrumentos para causar padecimiento y muerte, reniegas de ellos si ese amor a los animales es real. No son pocos los que admiten haber pasado por ese cambio en sus vidas y el que escribe, ha ido a pescar muchas veces durante su adolescencia. Mientras lo hacía, no sentía compasión por aquellos peces asfixiándose entre convulsiones, tampoco los odiaba, simplemente, su dolor me era ajeno y ni reparaba en él, sólo pensaba en “pasar un buen rato”.
-Cada vez son más los municipios que, gracias al trabajo de mucha gente, cierran las puertas a los circos con animales. Sin embargo, el problema es que el público lo demanda, de nuevo ¿falta de información o indiferencia? Por otro lado, ¿tiene algún valor didáctico un zoo o un acuario? Si no es así, ¿hay otra excusa a parte de la recaudatoria para estos centros? ¿Es la demanda el problema o la oferta de estos espectáculos?
La gente en la edad media demandaba la quema de gatos, las peleas entre osos y perros y hasta las ejecuciones públicas. Si tú dejas todo al arbitrio de los ciudadanos, sin que existan regulaciones o normas que digan qué se puede hacer y que no, nos encontraríamos con que un señor sería capaz de destrozarle el cráneo a un ratero con el gato del coche porque le ha robado el radiocassete. Cuando se prohibieron las peleas de perros, mucha gente las demandó afirmando que significaban el sustentos de familias y que los animales se criaban para ese fin y que disfrutaban combatiendo, algo parecido a lo que ocurre hoy con las corridas de toros. Con todo esto quiero decir que puede haber quien pida circos con animales, pero si una petición popular implica sufrimiento para terceros no puede ser atendida. Por otra parte, en cuanto vean que bajo las carpas se pueden ofrecer espectáculos entretenidos y emocionantes sin necesidad de que se utilicen animales, poco a poco se irán olvidando de aquellas muestras de explotación más propias de siglos pasados. Hay un pueblo en Madrid en el que al llegar hace ya muchos años al ayuntamiento el que sigue siendo su alcalde, se encontró con una docena de peñas taurinas y con diferentes celebraciones de esta índole. Supuso un gran esfuerzo, pero poco a poco les fue explicando a los ciudadanos lo mucho que se podría hacer con todo el dinero destinado a la tauromaquia, tanto en servicios esenciales como en actividades lúdicas. A día de hoy, esa pequeña población es un ejemplo de recursos sociales, las actividades taurinas pasaron hace mucho tiempo a la historia y el regidor continúa siendo elegido por mayoría absoluta. Se trata de legislar sin titubeos garantizando que no habrá ni una sola situación consentida de injusticia, desigualdad o explotación, incluyendo a los animales no humanos por supuesto, y también de educar a los ciudadanos y ofrecerles alternativas respetuosas y entretenidas. Y no dejarse presionar por los intereses de empresarios sin escrúpulos, porque a estos lo único que les importa es su cuenta de resultados.
No hay valor didáctico en un zoo o en un acuario. Los animales que allí nos muestran están arrancados de su entorno, ni sus relaciones con otros individuos, ni sus juegos, sus movimientos o sus pautas de conducta, se corresponden con aquellas que tendrían en libertad. De cualquier modo, ni aunque cumpliesen una labor pedagógica, que no lo hacen, repito, estaría justificada su existencia. A comienzos del siglo pasado, en el Parque del Retiro de Madrid, se exhibían en un decorado esquimales vivos porque resultaban exóticos y permitían a los paseantes conocer a individuos de otras razas. La mayor parte de ellos murieron como consecuencia de las enfermedades que contrajeron al ser traídos a estas latitudes. La realidad que nos enseñan estos centros es una verdad degenerada, adulterada, y sería tanto como pretender que entre los muros de Alcalá Meco, podemos encontrarnos con una demostración a pequeña escala, de cómo es la vida del ser humano en todos sus aspectos.
Sí, hay un afán recaudatorio directo, pero también el sostenimiento de un negocio muy lucrativo basado en la captura, transporte y mercado de animales. Es una red internacional que empieza cuando matan a una hembra de tigre para arrebatarle a su cría, y acaba cuando el pobre felino, viejo, enfermo, y sin ser ya rentable, termina siendo sacrificado, abandonando, vendido a un zoológico de algún País deprimido, o comprado por los propietarios de un coto de caza para que unos escopeteros paguen unos miles de euros por un puesto desde el que abatir a un animal, que no ha conocido más que una vida miserable de reclusión lejos de su entorno natural.
-Si tuvieras quince minutos de la atención de todo el país ¿cuál sería el mensaje que transmitirías? ¿Qué crees que es lo más importante de todas está lucha y cuál puede ser la mejor manera de llegar a la sociedad?
Creo que me cortarían a los quince segundos, porque si dispusiera de la posibilidad de expresarme libremente ante todo el País, explicaría que somos una Sociedad piramidal y que nosotros, los ciudadanos de a pie, sometidos, sojuzgados y encima serviles, somos tan esclavos de nuestros amos como los que tenemos por debajo lo son de nosotros. Y entre estos últimos me da lo mismo hablar de gente por debajo del umbral de pobreza, de inmigrantes que llegan en pateras, que de marginados o discriminados por cualquier razón, que de animales no humanos, aunque para estos la situación sea más espantosa que para nadie, porque no existe una sola ley efectiva que los ampare y sus derechos son todavía una utopía.
Diría que el gran problema de este Planeta son los intereses económicos propiciados por un sistema capitalista, que provoca, alimenta y perpetúa situaciones de desigualdad y de explotación, que es origen de innumerables injusticias y que dispone de todo un entramado de leyes encargadas de protegerlo. A la par, existe una jerarquía social diseñada para mantener esa realidad, con unos pocos que mueven los hilos, la mayoría que baila al son que le marcan, sin pensar, sin reflexionar por qué ese reparto tan injusto de poder y de riqueza, una sociedad adormecida, cobarde, con grandes dosis de servidumbre y muy egoísta, un valor éste último alentado por los de arriba, porque es un modo de garantizar la falta de unión y de acrecentar la ambición, así, haciendo creer a los de abajo que es posible “escalar posiciones”, se aseguran de comprar voluntades, de pagar traidores y de que los rebeldes sean arrinconados y denunciados por sus iguales.
¿Qué tiene que ver esto con el animalismo?, pues mucho, porque mientras no entendamos que somos todos víctimas de un mismo Sistema, mientras no reconozcamos dónde está el origen del problema, poco podremos hacer más que poner parches que en el fondo, no hacen más que dar solución de continuidad a cuanto ocurre, porque dotan de una apariencia de solidaridad y de justicia a una realidad abominable.
Pediría la revolución social. Empezando por barrer a los de arriba, desde el que ocupa el lugar más alto bien cómodo en un trono regalado, pasando por unos políticos que en su mayoría no son más que beneficiarios de una jugosa nómina y a los que poco o nada importa la consecución de una sociedad justa, incluyendo a grandes empresarios, banqueros o formadores de opinión en los medios, constituidos todos ellos en valedores de tanto crimen disfrazado de negocio, coyuntura, “interés” de la mayoría o entretenimiento social. Sin un Rey taurino y cazador, sin ministros que se van de montería o al tendido siete, sin políticos que subvencionen las corridas o el alanceado de toros, sin grandes empresarios de la alimentación que ridiculizan en su publicidad a los vegetarianos mientras torturan y matan a millones de animales, sin periodistas que encumbren a José Tomás, sin grandes estrellas o personajes de la nobleza luciendo abrigos de piel, sin potentados de la industria farmacéutica que reciban enormes beneficios por mantener la experimentación y la vivisección, sin todo eso y más, ¿estaríamos o no más cerca de la liberación animal?, seguro que sí, y también más lejos del paro, de las viviendas embargadas, de la privatización de servicios esenciales y de echarle la culpa a los que vienen de fuera, escapando de la guerra o del hambre, de unos males cuyos únicos responsables son los que mueven los engranajes de este Sistema.
Pero como no quiero que me corten a los quince segundos y prefiero utilizar el cuarto de hora que me han asignado, entonces vuelvo a poner los pies en la tierra y diría, que lo más importante en esta lucha es lo que ya mencioné antes: unidad de acción, fuera protagonismos y banderas particulares, todos formando un único frente podemos constituirnos en una fuerza imparable y decisiva. Dejar de lado los insultos, no responder a provocaciones y por el contrario, mostrar una estrategia inteligente y bien planificada. Saber combinar el trabajo en las calles con el de los despachos. Aprovechar las pocas leyes que hay y presionar para su modificación y ampliación. Denunciar cualquier caso de maltrato punible. Intervenir todo lo que se pueda en los medios de comunicación. Promover en los centros sociales, en los colegios, en asociaciones de vecinos, allí donde sea posible, campañas educativas y de toma de conciencia ante el maltrato a los animales. Informar de forma suficiente y continua de lo que ocurre realmente en las granjas, en los mataderos, en los circos, en los ruedos, en los campeonatos de caza o en los laboratorios. Ayudar a la gente que no quiera contribuir al sufrimiento de animales, dándole indicaciones sobre qué productos de consumo lo fomentan durante su proceso de elaboración. Y no rendirse jamás, arrojar la toalla por miedo a las amenazas, destrozados por no poder soportar tanta crueldad, resignados pensando que nada va a cambiar o simplemente por comodidad, es lo que los maltratadores están deseando y esperando. Cada baja en el animalismo supone más muertos, y aunque nos parezca que nuestro papel personal es irrelevante eso no es cierto, tiene un valor infinito, salva vidas, y contribuye a que los que tenemos enfrente, nos teman cada día más y vean como su impunidad va tocando a su fin.