“ Vuestros hijos han de saber que la tierra es la madre de todos nosotros. Que todas las agresiones que sufre la tierra inevitablemente las sufrirán sus hijos.
Cuando los hombres escupen a la tierra, se están, escupiendo a sí mismos.
Una cosa sabemos: que la tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra.
El hombre no ha tejido la trama de la vida, es sólo un hilo de ella.
Está tentando la desgracia si osa romper esa trama.
El dolor de la tierra se convierte necesariamente en el dolor de sus hijos. Todo está entrelazado”.
Respetar la Naturaleza no significa tan solo respetar el entorno en el que vivimos, conservar un paisaje de especial belleza o salvar de la extinción solo a determinadas especies. A la larga, el respeto por la naturaleza nos lleva a cambiar nuestra forma de vivir y nuestra actitud respecto del mundo y de nosotros mismos.
Durante los últimos siglos (sobre todo desde el siglo XVII, con la Revolución Científica de Galileo, Descartes y Newton) los occidentales hemos pensado que la naturaleza es algo sin vida y por tanto, no merece ninguna consideración especial (por ejemplo, a partir de Descartes la ciencia supuso que los animales eran simples máquinas y que sus gritos no eran una expresión de sufrimiento sino el simple ruido de un mecanismo mal ajustado). Así pues, nos hemos acostumbrado a ver la naturaleza como algo que estaba totalmente a nuestra disposición: un almacén del cuál extraer materias primas y un vertedero ilimitado donde alojar nuestros residuos. Pero desde hace unas décadas, una serie de acontecimientos que se han dado en llamar “crisis ecológica” nos han demostrado que no podemos mantener por más tiempo esta actitud.
RESPETO POR LA NATURALEZA
El respeto por la naturaleza es inseparable de la actitud de las personas con el mundo. Es un tema global y no puede entenderse como un tema ético aislado.
El respeto por la naturaleza es, en primer lugar, una cuestión de sentido común. Es evidente que estamos destruyendo la naturaleza, es decir, el sostén de nuestras vidas. En un plazo de muy poco tiempo estará en juego la vida de millones de especies, incluida la nuestra. Por consiguiente, respetar la naturaleza es una cuestión de supervivencia.
El mundo contemporáneo tiene muchos medios para abstraerse de la realidad inmediata (la televisión, el fútbol, etc.). de la lectura de los titulares de los periódicos podríamos deducir que la crisis ecológica no es una cuestión urgente, por más que los accidentes de petroleros o de centrales nucleares aparezcan de vez en cuando en la prensa. No obstante, ocasionalmente los medios de comunicación citan informes, estudios o declaraciones que reconocen la gravedad de la situación.
No solemos darnos cuenta de la mayoría de la agresiones que hacemos en la naturaleza. Vivimos en una sociedad cuyos pilares son la producción y el consumo ilimitados. Tendemos a pensar que más consumo significa más felicidad; es evidente que por debajo de cierto nivel de pobreza es prácticamente imposible tener una vida digna, pero una vez satisfechas nuestras necesidades básicas, el aumento del consumo no tiene nada que ver con el bienestar o la felicidad. Ahora bien, el mundo contemporáneo tiene una especie de adición al consumo: siempre queremos más cosas, más novedades. Quien paga esto es, por una parte, la naturaleza y por otra, los países del sur, países cuya pobreza es la base de nuestra riqueza. Además este modelo no es generalizable, porque, por ejemplo, si toda la humanidad tuviera la media de automóviles europea la atmósfera se destruiría.
Si queremos respetar la naturaleza tenemos que encontrar, individual y colectivamente otro estilo de vida. No sólo se impone consumir productos más ecológicos, también hay que consumir menos. Esto no significa imponer un modo de vida ascético ni volver a estructuras primitivas, pero sí implica renunciar al sueño, a la pesadilla, del progreso material ilimitado y encontrar pautas de vida más sencillas y dignas, aprovechando las ventajas de la tecnología pero sin dejar que éstas nos deslumbren.
En última instancia, el respeto por la naturaleza es una cuestión de percepción. No podemos respetar a la naturaleza si no nos podemos respetar a nosotros mismos. La actual cultura occidental es la única que ha concebido la naturaleza y el cuerpo como mecanismos (Descartes los consideraba una suerte de relojes, hoy en día se habla de la naturaleza y el cuerpo en términos informáticos). Si exceptuamos el Occidente de los últimos siglos, todas las culturas de la historia han entendido el mundo como un gran organismo, algo vivo que no depende de nosotros, sino que nosotros dependemos de él. En el Renacimiento, por ejemplo, se consideraba que el mundo era un animal cósmico y se hablaba de la anima mundi, el alma del mundo, con las que todos estábamos vinculados. En el fondo, no llegaremos a respetar realmente la naturaleza hasta que aprendamos a verla como un ser vivo, animado, hasta que no nos demos cuenta de que nosotros también somos naturaleza, naturaleza que camina, respira y habla.
¿Qué es un Parque Nacional?
Un Parque Nacional es un área natural poco transformada por la explotación u ocupación humana que, en razón a la belleza de sus paisajes, la representatividad de sus ecosistemas, o la singularidad de su flora, de su fauna o de sus formaciones geomorfológicas, posee unos valores ecológicos, estéticos, educativos y científicos cuya conservación merece una atención preferente. En ellos se podrá limitar el aprovechamiento de los recursos naturales, prohibiéndose en todo caso los incompatibles con la finalidades que hayan justificado su declaración.
En la actualidad, para la declaración de un Parque Nacional de la red es necesario que dicho espacio sea susceptible de ser declarado como Parque por ley de las Cortes Generales y que su conservación sea declarada de interés general de la nación. Este interés se apreciará en razón a que el espacio sea representativo de los principales sistemas naturales españoles.
Los objetivos generales de un Parque Nacional son:
¨ Conservación de los valores naturales y culturales, la diversidad biológica y el paisaje.
¨ Concienciación a la sociedad sobre la necesidad de protección del medio natural a través de un sistema público regulado.
¨ Investigación dirigida a contribuir a una mejor gestión de los recursos naturales.
¨ Favorecer el desarrollo sostenible de la zona en que se asienta.
Hay que tener en cuenta que la primera vez que se protegió un espacio con la creación de un Parque Nacional se basó en la idea de preservar la naturaleza, de considerar aquellos valores naturales tan singulares, tan excepcionales, tan fuera de lo común que era necesario conservarlos para las generaciones futuras y evitar su posible deterioro.
Se quería favorecer todas las acciones relativas a la salvaguarda de la vida salvaje y de su medio natural, suelos, aguas, bosques, materias, animales y plantas que ofrezcan un interés científico, histórico y estético, haciéndose gran hincapié en la belleza de los paisajes, sin tener en cuenta a sus habitantes o a sus derechos.
Era un criterio puramente de conservación de la naturaleza y únicamente se hacía mención de las personas considerándolas como observadores o disfrutadores de los valores naturales.
Los espacios naturales protegidos han estado sujetos a las pautas de conservación de la naturaleza definidas por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) en sus diferentes documentos. Hay que destacar la Estrategia Mundial para la Conservación presentada en Madrid en 1980.
Objetivo de la Estrategia Mundial
¨ Mantener los procesos ecológicos esenciales y los sistemas vitales.
¨ Preservar la diversidad genética.
¨ Asegurar el aprovechamiento sostenido de las especies y de los ecosistemas.
La Ley de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestre de 1989 se basó fundamentalmente en estos objetivos que de alguna manera ha sido necesario revisar.
Finalidades de los espacios en la Ley de 1989
¨ Constituir una red representativa de los principales ecosistemas y regiones naturales existentes en el territorio nacional.
¨ Proteger aquellas áreas y elementos naturales que ofrezcan un interés singular desde el punto de vista científico, cultural, educativo, estético, paisajístico y recreativo.
¨ Contribuir a la supervivencia de comunidades o especies necesitadas de protección, mediante la conservación de sus hábitats.
¨ Colaborar en programas internacionales de conservación de espacios naturales y de vida silvestre de los que España sea parte.
El establecimiento de categorías de protección para los espacios naturales siempre ha tenido dificultades. No será fácil que todos los países las acepten por unanimidad. Puede que se llegue a ello por aproximaciones sucesivas. Por otra parte, pretender homologar todas ellas a nivel mundial puede ser una utopía y tampoco parece que eso conlleve unas grandes ventajas. Lo importante es conservar el medio natural y lograr una conciencia clara de espacio natural protegido y, por supuesto, intentar situar las diversas denominaciones dentro de esas categorías.
A veces hay un cierto confusionismo al denominar los espacios naturales protegidos. Se emplean inadecuadamente los términos parques nacionales y parques naturales. Y curiosamente en un país, como el nuestro, donde existen elementos naturales de un alto interés científico prácticamente no existen reservas integradas.
Habrá que establecer reservas integrales de interés científico (Categoría I) que ayuden a mantener la biodiversidad. Los parques nacionales (Categoría II) deberán reservarse para lugares que fueran santuarios de naturaleza excepcionales y que prácticamente no mantuvieran asentamientos humanos. Los parques naturales podrían estar en categoría IV o V, de acuerdo con la utilización sostenible de los recursos naturales. En ambos casos es necesario establecer una interacción racional entre conservación y desarrollo. Por otra parte, las categorías III y IV también tienen una cabida adecuada en nuestros espacios naturales. Este es un buen momento para iniciar las bases para establecer un debate a escala nacional sobre las diferentes figuras de protección.
Se debería hacer una clasificación precisa de nuestros bosques, pues se utiliza con mucha alegría el concepto bosque. Hay que diferenciar lo que es un verdadero bosque de lo que no es más que un cultivo arbóreo. Un bosque es un conjunto de especies vegetales viviendo en perfecta armonía e interrelacionadas entre ellas, se podría decir que es lo que constituye un ecosistema forestal. En cambio muchos de los llamados bosques no son más que poblaciones arbóreas monoespecíficas, incluso a veces de especies alóctonas destinadas únicamente a la producción. Los verdaderos bosques están muy lejos de ser una masa regular y compacta de árboles iguales, monótona y amorfa y deberían tener una figura de protección, quizá denominarlos “bosques protegidos”, que se podrían incluir en diversas categorías, desde la I a la IV.
Es necesario también llamar la atención que desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza la protección de los espacios naturales no solo no puede ser suficiente, sino que a veces puede ser contraproducente. En ocasiones la gestión no es la adecuada, no se realiza la suficiente atención, y se pueden crear falsas expectativas. Por otra parte parece que con proteger un espacio se puede llevar a cabo cualquier actividad fuera de él, aunque suponga daño o deterioro a elementos naturales existentes.
También habría que considerar la protección de procesos, pues a veces no basta proteger la especie y el espacio sobre el que se vive para lograr su conservación, a la vez no se desarrollan los sistemas que permitan la vivencia de la especie. Podemos proteger el águila imperial y el territorio sobre el que campea, pero si no existen o escasean los elementos naturales que le sirven de alimento de poco valdrá su protección. Se puede proteger un hayedo, pero si se producen contaminaciones ambientales que afecten y que den al traste con las hayas, no se conseguirá nada.
DESARROLLAR LA EDUCACIÓN AMBIENTAL
Los términos educación ambiental están en los últimos tiempos adquiriendo una gran difusión. Desde principios de la década de los 60 ha habido varios congresos internacionales al respecto y todos los países están empezando a incluir actividades en ese campo entre sus iniciativas estatales.
Parece cada vez más claro que la educación ambiental es una de las estrategias más rentables en cuanto a conservación se refiere. Este tipo de educación promueve el acercamiento del individuo al entorno que le rodea en su vida cotidiana, pretende que lo conozca y adquiera la capacidad de juicio suficiente como para poseer una opinión cualificada y poder ejercer, por tanto, las acciones que considere conveniente. Alguien que conoce y critica de forma responsable su propia realidad, puede hacerlo también con situaciones lejanas si se le proporciona suficiente información.
Estos principios básicos no deben aplicarse sólo a los ciudadanos de bajo nivel cultural ni a los escolares, sino también a los profesionales cualificados en cuyas manos recae la gestión de los recursos naturales. Habitualmente, estos profesionales tienen una formación muy especializada en una determinada disciplina, pero carece de visión global de los problemas. La realidad de nuestro planeta es harto compleja y su manejo debe hacerse con una mentalidad abierta y amplios conocimientos. En ella deben participar de forma activa la totalidad de los ciudadanos.
La educación ambiental pretende conseguir individuos independientes ideológicamente, capaces de expresar su opinión crítica y fundada de la realidad que les rodea. Si esto se materializa en los países culturales y económicamente más oprimidos, llamados del “Tercer Mundo”, se hará más difícil su explotación y de las zonas en que viven, que son, generalmente las más abundantes en recursos naturales y reserva genética de muchas especies.
Este tipo de formación, que deberían alcanzar a toda la población, parece encontrar uno de sus cauces más útiles en el sistema escolar. Es ahí donde se forman los individuos y como tal donde la mencionada capacidad crítica debe gestarse. Los que mañana serán legisladores o administradores son hoy escolares, por lo que la labor educativa es muy importante.
Pero los problemas ambientales son urgentes. Por eso, los principios de la educación ambiental deben llegar también a los adultos, aquellos que en este momento tienen la capacidad de gobierno y gestión de los recursos y también a los usuarios directos de recursos. Es necesario hacer campañas divulgativas a través de los medios de comunicación más difundidos, para que la información, de la que surgirá, sin duda, la sensibilización, llegue a la gran mayoría de los ciudadanos.
La educación ambiental tiene, pues, ante sí un gran reto que representa una de las vías de solución de los graves problemas ambientales que vive en la actualidad nuestro planeta.
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